No sabéis lo que duele ser tu propio enemigo. Vivir de la autodestrucción, del dolor propio. Vivir obsesionada con el futuro, sabiendo que nunca será bueno, que miras a tu pasado y te da asco en lo que te has convertido. Llorar todas las noches cuan fumador no puede dejar de fumar por un día. Darlo todo por el resto y que sea insuficiente. No dar nada por ti y que sea demasiado. No merecer y haber tenido. No merecer y haber perdido.
Sólo me quedas tú, zarpemos de este muelle que se ha quedado vacío, que han rehuido de mi. Vayámonos mar adentro, querida Soledad. A ti si te merezco.
Parece todo cosa del azar, como tirar una moneda al aire y esperar a que salga cara. Pero sabes que siempre va a salir cruz, porque es tu moneda, es la moneda que tú has creado. Y te acercas a la gente, pero no les avisas 'cuidado que quemo' porque te da miedo que se alejen. Simplemente te acercas, esperando que haya alguien que se haya dado cuenta de que quemas, de que te quemas. Buscando a alguien que sea como una pomada y te alivie. Pero el problema viene cuando encuentras esa pomada, y te alivia, pero tú acabas agotándola. Nada es para siempre. Todo se acaba. Y sabrías que se acabaría pero te has estado quemando tan rápidamente que se ha acabado antes de lo previsto. Y te quedas con el culo al aire mirando a las estrellas y sintiéndote metafóricamente igual a ellas.
Solas, ahí arriba, alejadas las unas de las otras, porque no quieren dañarse mutuamente, porque no pueden vivir en la destrucción ajena. Solo quieren vivir en su propia autodestrucción. Y así viven, solitarias hasta el día de su muerte, cuando por fin se extinga la última llama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario