lunes, 31 de marzo de 2014

La nota nunca tocada por Mozart.

No os podéis imaginar cómo me siento,
igual que
yo no puedo imaginarme cómo levantarme.

¿Acaso os imagináis a Benedetti fuera de su prosa?
¿Os imagináis a Alexandre Desplat fuera de sus composiciones de cine?
No imaginéis.

La nota que Mozart nunca tocó no existe
igual que
las ventajas de pensar con el corazón.

Un mudo rodeado de gritos
vive con ganas de hablar.

Imaginad a un triste rodeado de felices
las ganas de felicidad que tendrá.

Intentad convencer a Dios de ser ateo,
y luego intentad convencerme a mi de ser sonrisa.

sábado, 29 de marzo de 2014

La historia de un castillo.

Soy un castillo de naipes: una simple ráfaga me destruye y es muy difícil volver a construirme, pero es fácil que me dejen incompleta.
Es como ser un castillo de arena. 
Construido por muy pocos, destruido por cualquiera. Capaz de malgastarme la brisa poco a poco, como capaz de ser pisado por un niño. O verme desvanecido por una ola que me arrastra mar adentro.
No quiero ser arena mojada, porque no quiero ser construida. 
Yo soy arena fina, que quema, situada lejos de la orilla del mar. Soy arena que pisan al principio y que desprende calor abrasador. Soy imposible de construir, y quien me coge ve como me escurro por los dedos de su mano. Soy el principio de algo bueno que no tiene nada que ver conmigo. Soy lo que escuece y es pisado rápido, levemente. Soy el entrante de la playa, la 'poca-cosa'. 
Pero soy como soy, la brevedad hecha arena, la indestructible (porque no estoy construida). 

viernes, 28 de marzo de 2014

Soy rutina.

Tienes esas ganas de algo pero, ¿qué?
Sientes ese ansia por salir y encontrar tu sitio. Y de encontrarte.
Como anhelando algo que nunca tuviste, pero lo sientes.
Muy adentro, en el fondo, donde casi nadie ha llegado, está la oscuridad. Difícil encontrar la llave para abrir esa puerta que te saca de allí.
Fácil fue encerrarte.
No sabes lo que sientes, porque no sientes nada. 
A veces sí, a veces no. Un juego de ruleta rusa. 
Y para rusa la montaña que tiene mi cabeza, que no sabe si sube o si baja. Pero nunca se mantiene.
Lo que se llama rutina, es lo que tiene mi nombre.
No vivo en rutina. yo soy rutina.
Vuestra rutina, mi rutina.
Y la rutina cansa, y se consume. 

sábado, 22 de marzo de 2014

Inside.

A veces se me atasca el corazón.
Se me atasca el corazón.
Se me atasca.

Perdón. Mi cabeza se raya sola.
Se raya sola.
Se raya.

Lo siento. Estoy metida en un desastre.
O soy el desastre.
Lo soy.

Disculpad. Suelo repetirme mucho.
Caigo y vuelvo a caer.
Y se vive bien.

Miento. No se vive bien.
Pero vivo en mentiras.
O soy la mentira.
¿Lo soy?

No os fiéis de una sonrisa.
Aunque a veces es verdadera.
¿No? ¿O sí?

Siempre pienso que miento mucho pero luego pienso que la mayoría de las veces digo la verdad.
¿No lo entendéis?
Yo tampoco.

Por eso me repito tanto.
Eres mentirosa.
Eres mentirosa.
Lo eres.
No.





No hay.

Tenía una bonita sonrisa.
Tal vez no la más bonita de todas
pero era una sonrisa.

Caminaba pensando en lo bonita que era la lluvia tras su ventana
y en lo relajante que era el piar de los pájaros
al acercarse la primavera.

Ahora no tiene una bonita sonrisa.
No hay sonrisa.

Camina pensando en nada, con la mirada perdida
observando únicamente su lluvia interior
y no dejando acercarse a la primavera.

domingo, 16 de marzo de 2014

Un pequeño tropiezo.

Al igual que los seres humanos tiramos la porquería a la basura, somos capaces de tirarnos a nosotros mismos.
Y tirar a otros.
Y a mi me han tirado. Y me he tirado.
Porque cada cosa tiene que ir en su lugar, y este es el orden que debo aceptar.
Soy la piedra con la que tropiezan.
Y me han apartado del camino. Y me he apartado.
Me hallo rodeada de nosequé.
Y qué se yo, y qué sabréis vosotros.
Si las piedras no sienten.
O eso creéis vosotros, sin molestaros en comprobarlo.

sábado, 15 de marzo de 2014

La vida de un juguete.

Os miro y pienso: ¿por qué?
Soy como un juguete, pero no me refiero a que jueguen conmigo.
Me explico:
Soy esa persona que fácil se encariña, que con poco que le demuestres ya va a estar ahí siempre. Soy aquel juguete increíble que parece que siempre será querido y que nunca olvidarás. Soy el juguete nuevo que se mete en vuestra habitación y os intenta demostrar que siempre estará dispuesto a ser vuestro, que nunca se irá. 
Y pasa el tiempo. Y el juguete nuevo ya no es tan novedoso, y os dais cuenta de que existen juguetes mucho mejores, que con poco que hagan os harán más felices que este juguete que lo ha intentado todo y ha conseguido nada.
Y me dejáis así, como un juguete roto, al que acudís de vez en cuando para que no se sienta mal, pero demostrando que no merece la pena, que cansa al cabo de un tiempo.
Y este juguete ya tiene asumido que no será suficiente nunca, pero tiene la esperanza de ser guardado en el baúl de los recuerdos.

miércoles, 12 de marzo de 2014

El enamoramiento del necio.

Mientras el necio subía las escaleras sentía una extraña sensación en su pecho, un nudo en el estómago y un escalofrío recorría su cuerpo. Por cada escalón que avanzaba buscaba la manera de ligar con todas las chicas que pudiera, pero en esa lista piramidal de mujeres había una que ocupaba el lugar más alto. Y en el último escalón se dio cuenta de que esas sensaciones que había experimentado venían desde que había visto bajo las escaleras, a esa mujer, y no quería escalar esa pirámide para llegar hasta ella a través de otras mujeres; solo quería volar.

lunes, 10 de marzo de 2014

Absurdo.

No existe la perfección,
al igual que no existe
el dolor
inocuo.

En un mundo imperfecto
buscar lo perfecto es
sin duda
imposible.

Y sin embargo
en un mundo de posibles
existen
imposibles.

La muerte es llevadera,
y la vida tiene algo
digamos
fugaz.

Y los corazones rotos
por alguna razón
no podrán
curarse.



viernes, 7 de marzo de 2014

El problema aquí es que casi nadie recoge lo que rompe, y pocos ponen en orden el caos que crean.
Y los que vivimos rotos somos frágiles, por eso vivimos escondidos.

A algunos les queda mejor esa máscara que usan porque ya no tienen cara. Y otros cambian tanto de máscara que se confunden a si mismos.
Más atrás estamos los interrogantes, los que vivimos sin saber si estamos bajo una máscara o esta es nuestra cara real.

¿Conocéis esa extraña sensación de que hagas lo que hagas alguien va a salir perjudicado? Os aconsejo que lo evitéis.
No puedes permitirte el lujo de no quererte, porque sino el resto se permitirán el lujo de no apreciarte.
Aunque a hay momentos en que sabes que te lo mereces. Momentos en los que absorbes más el dolor que la felicidad.

No es tan fácil apagar los pensamientos.

Las tres y cuarto de la madrugada. No puedo dormir.
No oigo nada, no veo nada. Está todo oscuro y silencioso. Y cierro los ojos.
No pretendo dormir, solo quiero sentirlo; sentir la tranquilidad de la noche, escuchar el silencio... Y susurro un 'lo siento'. Y se lo dirijo a la persona que más estoy jodiendo: a mi.

Las siete de la mañana. Me levanto con ojeras. Apenas he dormido.
No oigo el silencio, no veo la oscuridad. Comienza el día.
Me levanto con el pie derecho, con el izquierdo doy el primer paso. Y me tuerzo.
Me quito el pijama y me meto en la ducha. Dicen que es mejor el agua fría, que te despeja, pero yo soy más de quemarme, de sentir.
Bajo a desayunar: una taza de café, cargado, muy cargado. No me quitará las ojeras pero me ayudará a no dormirme en cada esquina. Hay bollos, galletas, cereales, y todo tipo de apetitosos alimentos en la mesa. No cojo ninguno, llevo tiempo pensando que hay algo que me quita el hambre.
Me voy al instituto. Empieza la rutina. Llego, saludo, me saludan. Me siento y miro por la ventana, solo quiero evadirme. La realidad me aburre. Me cruzo por los pasillos con gente que no me conoce, que no sé si piensan que estoy feliz o que no. No sé qué cara tengo. Me cruzo con un par de personas, tal vez tres, que saben que por muchas caras que ponga, mi interior no se mueve de su mueca habitual.
Vuelvo a casa. No me apetece hablar, pero supongo que tendré que cruzar algunas palabras con mis familiares para que piensen que va todo bien. Subo arriba, a mi habitación. Dejo las cosas y vuelvo a bajar. Necesito un descanso, y pasear al perro con música es el mejor descanso posible. Cuando vuelvo me hago un poleo, un té, o lo primero que encuentre, y vuelvo a subir a mi habitación. Y oigo gritos. No sé si son para mi, para mi hermano, o son simplemente gritos. Me intento convencer de que me da igual. Sigo a lo mío: música, deberes y series. Siguen los gritos.
Bajo a cenar. Apenas hablo. Vuelvo a subir. Me tumbo en la cama a escuchar música. Siguen los gritos.
¿Sabéis? Antes mi habitación era mi refugio. Ahora es el campo de batalla. No tengo refugio. No tengo nada.
Dejo la música, ya me cansa. Me siento vacía e incluso los típicos 'buenas noches, te quiero' de varias personas, me dan igual. Pero no me dan igual. No sé si me explico. Y, tras todo esto, apago la luz.