sábado, 29 de marzo de 2014

La historia de un castillo.

Soy un castillo de naipes: una simple ráfaga me destruye y es muy difícil volver a construirme, pero es fácil que me dejen incompleta.
Es como ser un castillo de arena. 
Construido por muy pocos, destruido por cualquiera. Capaz de malgastarme la brisa poco a poco, como capaz de ser pisado por un niño. O verme desvanecido por una ola que me arrastra mar adentro.
No quiero ser arena mojada, porque no quiero ser construida. 
Yo soy arena fina, que quema, situada lejos de la orilla del mar. Soy arena que pisan al principio y que desprende calor abrasador. Soy imposible de construir, y quien me coge ve como me escurro por los dedos de su mano. Soy el principio de algo bueno que no tiene nada que ver conmigo. Soy lo que escuece y es pisado rápido, levemente. Soy el entrante de la playa, la 'poca-cosa'. 
Pero soy como soy, la brevedad hecha arena, la indestructible (porque no estoy construida). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario