El problema aquí es que casi nadie recoge lo que rompe, y pocos ponen en orden el caos que crean.
Y los que vivimos rotos somos frágiles, por eso vivimos escondidos.
A algunos les queda mejor esa máscara que usan porque ya no tienen cara. Y otros cambian tanto de máscara que se confunden a si mismos.
Más atrás estamos los interrogantes, los que vivimos sin saber si estamos bajo una máscara o esta es nuestra cara real.
¿Conocéis esa extraña sensación de que hagas lo que hagas alguien va a salir perjudicado? Os aconsejo que lo evitéis.
No puedes permitirte el lujo de no quererte, porque sino el resto se permitirán el lujo de no apreciarte.
Aunque a hay momentos en que sabes que te lo mereces. Momentos en los que absorbes más el dolor que la felicidad.
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