Escalofrío recorriendo mi cuerpo,
un dolor en el pecho.
No sé si compararlo con un proyectil incrustado en él
no sé si compararlo con un simple impacto de perdigón.
Solo sé que duele.
Esa sensación de tormento, tortura, martirio...
todo exageraciones del cerebro
y su estúpida misión
de hacer sentir los sentimientos.
Pensar con el corazón y sentir con la cabeza,
podría ser un poco paradójico, tal vez imposible,
al igual que escuchar Yesterday de The Beatles y no sentir melancolía.
Pero, ¿qué más da todo eso?
El caso es que soy el paraíso de un demonio que no sabía donde esconderse y que,
rendido ante semejante desdén,
habita en mi a plena vista, cometiendo destrozos.
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