La tinta ya no tiene espacio por donde deslizarse,
el papel se arruga y mi mano ya no escribe bien.
La cabeza está inmersa en un océano de personas
que bailan por ahí la danza de la lluvia de mis ojos.
El corazón se empapa de alcohol, garrafón tal vez,
que lo hace sentir vivo cuando se muere por querer.
Y joder, nadie me dijo que con un corazón tan pequeño se podría querer tan fuerte,
aunque tal vez el problema es sentir y no saber dar,
y claro, la despensa de sentimientos se queda sin espacio, y empieza a doler.
Supongo que la vida te pesa más si no sabes vaciarte,
pero vivir vacíos...
Vivir vacíos es un vicio, te acostumbras al silencio y la conciencia se apaga,
y el peligro, ay el peligro, el peligro se vuelve una estupidez que te de igual evitar
o chocarte con él de frente, te da igual.
Que peligroso es amar el peligro.
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